martes, 3 de septiembre de 2013

Prohibido sonreír sin permiso - Patricia Guizzo y Daniela Silveira




Daniela:

Todo comenzó por la mañana del día viernes 12 de abril. En clase de Lengua II, la profesora Gabriela Fernández propone un trabajo que esa mañana nos detalló: elegir una novela, un libro de poemas o un ensayo para realizar una actividad grupal.

Decidí realizar la tarea con Patricia Guizzo, querida compañera del año anterior.

Desde allí comencé a pensar qué podría elegir. ¡Tarea difícil! La elección sin duda requiere un tiempo de concentración.

Tratando de recordar qué libros tenía, nada se me venía a la mente.

Sentí en el salón de clase que la gran mayoría iba a escoger novela. Diferentes novelas muy agradables, pero yo, no tenía ni una.

Hablando con Patricia, decidimos hacer algo diferente, y fue así que empezamos a buscar un libro de poemas.

Comencé a buscar en mi dormitorio, también consulté a familiares pero nadie tenía lo que buscaba, solo encontraba recortes de poemas, pero no un libro entero.

Al día siguiente, vi a Paty, le comenté que no había encontrado nada y le propuse recurrir  a la biblioteca pedagógica para ver si encontrábamos algo de nuestro agrado. Patricia me respondió que si había encontrado un libro de poemas, me lo presentó y a primera vista me llamó la atención su presentación.

Leyendo algunos de sus poemas, comenzó a interesarme y  me incentivó a seguir leyendo. Sin duda era eso lo que buscábamos, algo diferente, un libro de poemas y todavía escrito en un lenguaje campestre.


Patricia:


Hace un tiempo mi abuelo escuchó en la radio una propaganda del lanzamiento  de un libro de Abel Soria. Ese mismo día en la tarde me comentó de esto, de su interés por leerlo, pero no recordaba su nombre.

Al día siguiente, fui a una librería cerca del instituto a consultar por la última publicación de este autor. Me informaron que era “Prohibido sonreír sin permiso” y lo compré para regalárselo a mi abuelo.

Cuando llegué a mi casa lo primero que hice fue dárselo, a lo cual respondió con mucha alegría.

Lo leyó, se identificó con varios de los poemas y con algunas de las vivencias que ahí describe.

Pasó un tiempo y nos indicaron este trabajo en el que teníamos que elegir novela, poema o ensayo. Busqué varios libros de los mismos, y ahí recordé el libro de Abel Soria, que nunca había leído pero si había escuchado a mi abuelo sobre lo que trataba. En consecuencia, sentí curiosidad y comencé a leer ciertos poemas; algunos me resultaron graciosos, otros me hicieron reflexionar y más de una vez tuve que recurrir al diccionario para entender lo que expresaba el autor.

Cuando me encontré con Daniela (que ya habíamos acordado en realizar el trabajo juntas) le dije del libro y estuvo de acuerdo en trabajar con él.

Generalmente, la poesía no es elegida como tema a tratar. Supuse que la mayoría de mis compañeros optaría por novela, volviendo más interesante la elección.


Resumen
Desde la prehistoria muchas cosas han cambiado. Leer ya no es lo que era, todo cambia al ritmo que evolucionan las comunidades. Ha cambiado tanto la lectura que ya no se sabe lo que es un libro; leer o escribir no son solo procesos psicológicos, sino también prácticas culturales. Leer poesía proporciona lecturas entre líneas y activa al subconsciente al utilizar simbolismos y metáforas. La poesía hace pensar, desafía a la creación y a la interpretación de lo que el autor quiere transmitir y de lo que el lector interpreta.
En este trabajo se analizará el libro de poemas del autor uruguayo Abel Soria, porque representa el sentir del Uruguay profundo, de ese interior, poco poblado, pero con el que estamos en contacto permanentemente; porque Montevideo es una especie de crisol de nuestras costumbres. La vigencia de Soria en el campo de la creación y la interpretación, le ha permitido mantenerse al día con las temáticas más diversas y de llegar con su humor sano y sencillo, a los más diversos públicos dentro y fuera de fronteras.
Leer poesía y más aún leer “Prohibido sonreír sin permiso”, propone a la imaginación nuevos escenarios en los cuales desenvolverse, los objetos y los acontecimientos toman un nuevo significado. Significado que se va construyendo en toda la infancia, estando presente el ámbito escolar. El docente debe tomar los conocimientos previos y a partir de allí, volcar en el niño pasión por leer poesía. Los temas tratados en este libro son el acervo clásico del campo, trasmitidos de generación en generación; porque lo escrito permanece, aunque sea leído por pocas personas. Es un testimonio que perdura, que está al alcance de todos, que en cualquier momento puede ser leído, disfrutado, comentado, analizado, compartido y que puede verse en algunos de estos versos.


Leer ya no es lo que era…

La escritura cambia al ritmo que evolucionan las comunidades. Quizás haya cambiado poco la lengua española y quizá también usemos las mismas estrategias mentales que usaron nuestros padres para leer y escribir, pero está claro que los discursos de hoy, del siglo XXI, sirven para hacer cosas distintas. Si la televisión ha cambiado, si los coches son muchos más sofisticados, si la cocina se ha llenado de artefactos electrónicos, también los discursos han evolucionado, con las nuevas tecnologías, con el contacto con hablantes de diferentes culturas, con la explosión de la investigación científica, con la implantación o la profundización de la democracia.
  
Ha cambiado tanto la lectura que ya ni sabemos lo que es un libro. Pero este adulto con traje y corbata, ¿es un analfabeto? ¿Es que ya no leemos y, en consecuencia, hemos olvidado también lo que son los libros? ¿O es que,  simplemente,  leemos de otro modo? Con pantallas y teclados.
Antes escribir era sentarse entre la papelera y un montón de hojas, hoy esta escena ya es historia… Hoy “gugueleo” – de Google, se baja de la web los últimos artículos en PDF el día en que se publican, pregunto dudas por correo electrónico, entre otros.

Leer o escribir no son solo tareas lingüísticas o procesos psicológicos, sino también prácticas socioculturales. Leer exige descodificar la prosa y también darse cuenta del significado que cada comunidad otorga a una palabra. Puesto que la sociedad y la cultura evolucionan, también cambian los significados, el valor de cada palabra, de cada texto. Cambia nuestra manera de leer y escribir. Leer requiere descodificar las palabras de un texto, exige que el lector aporte conocimientos previos, obliga a inferir todo lo que no se dice… pero la comprensión proviene de la comunidad de hablantes; el significado nace de la cultura que comparten el autor y el lector.

Entre tantas cosas que podemos leer, encontramos la poesía.
La poesía es un texto que se caracteriza por la musicalidad y el ritmo de las palabras (ese movimiento regular y medido). Expresa los sentimientos, los deseos y las emociones del autor. Tiene una función estática, ya que busca que el lector disfrute de la belleza del lenguaje. Las poesías suelen estar escritas en verso, los cuales se agrupan en estrofas.
Las líneas cortas y las agrupaciones en estrofas dan relevancia a los espacios en blanco y, entonces, el texto emerge en la página con una silueta especial que nos prepara para introducirnos en los misteriosos laberintos del lenguaje figurado. Habilita una lectura en voz alta para captar el ritmo de los versos y promueve una tarea de abordaje que intenta desentrañar la significación de los recursos estilísticos empleados por el poeta, ya sea para expresar sus sentimientos, sus emociones, su visión de la realidad, para crear atmósferas de misterio y de irrealidad, ya sea para relatar epopeyas (como en los romances tradicionales) o, también, para impartir enseñanzas morales (como en las fábulas).

La distribución de los acentos de las palabras que conforman los versos tiene una importancia capital para el ritmo: la musicalidad depende de esa distribución.
La rima es una característica distintiva pero no obligatoria de los versos, ya que existen versos sin rima (los versos blancos o sueltos de uso frecuente en la poesía moderna). La rima consiste en la coincidencia total o parcial de los últimos fonemas del verso. Existen dos tipos, la consonante (coincidencia total de vocales y consonantes a partir de la última vocal acentuada) y la asonante (coincidencia de las vocales únicamente, a partir de la última vocal acentuada). La longitud más frecuente de los versos abarca desde las dos hasta las dieciséis sílabas.

A menos que nos obliguen en la escuela o que estemos cursando una carrera relacionada con la literatura, es muy probable que no leamos poesía de forma cotidiana, tal vez en la creencia que la misma es aburrida, demasiado erudita o que carece de sentido.

Sin embargo, hay un montón de razones para leer poesía.
Con la lectura se mejora, se amplía considerablemente el vocabulario, ya que se utilizan palabras poco recurrentes. Además, puede ser divertida provocándonos una sonrisa.
El poema te proporciona lecturas entre líneas y activa el subconsciente al utilizar simbolismos y metáforas, es decir, le propone a la imaginación nuevos escenarios en los cuales desenvolverse.
Los poetas muestran el mundo común con una nueva perspectiva. Los objetos y los acontecimientos toman un nuevo significado al ser abordado de forma poética.
La poesía hace pensar,  desafía a la comprensión y a la interpretación de lo que el autor quiere transmitir y de lo que el lector interpreta. El autor quiere que sea el lector el que se quede con la última palabra; y sobre todo, que se identifique o rechace lo que está plasmado, no porque así lo indique, sino debido a sus propios  medios intelectuales.

¿Por qué elegir “Prohibido sonreír sin permiso”?

Elegimos el libro de poemas del autor uruguayo Abel Soria, porque representa el sentir del Uruguay profundo, de ese interior, poco poblado, pero con el que estamos en contacto permanentemente; porque Montevideo es una especie de crisol de nuestras costumbres.
La vigencia permanente de Soria en el campo de la creación y la interpretación, desde los años cincuenta hasta el presente, le ha permitido mantenerse al día con las temáticas más diversas y llegar con su humor sano y sencillo, pero a la vez fino e inteligente, a los más diversos públicos dentro y fuera de fronteras.
Nos llamó la atención este libro especialmente, porque la poesía, y más aún, la poesía referida al ambiente campestre, se subestima, se menosprecia, si tenemos en cuenta los “grandes literatos”, los grandes autores.

Don Abel, como lo llaman sus amigos, un filósofo, poeta y cantante “repentista”. Esta última palabra hace referencia a aquellos músicos criollos a los que les basta con señalarles un objeto cualquiera y seguidamente, de forma improvisada componen una letra en verso acompañada con su guitarra y que además goza completamente de sentido, tanto filosófico como estructural, respetando su particular arquitectura literaria y siempre con esa humanidad desenfadada y humor socarrón propio de los gauchos (individuos solitarios, brutos, lacónicos pero con un magistral dominio del sarcasmo).

Abel Soria, unos de los mejores escritores que tiene la República Oriental del Uruguay, un hombre que alberga en su memoria kilómetros de estrofas. Ha leído prácticamente todos los clásicos de la literatura universal, ha escrito docenas de libros publicados en su país, ha realizado ensayos y profundos análisis sobre obras tan colosales como la Biblia o el Quijote.
Inquieto y sediento de saber ha aprendido de forma autodidacta a dominar las ciencias, las letras, el arte y lo ha sabido transmitir a su gente con sencillez y elegancia y siempre con alegría y buen sentido del humor.

Nacido en el seno de una familia pobre hace más de setenta años, en un pequeño pueblo del interior uruguayo, creció entre arados, caballos y vacas sin recibir ningún tipo de educación ni formación, salvo los conocimientos agrícolas y ganaderos que su padre le legó.
Una situación similar a la de cualquier muchacho de su país.
Pero él tenía una inquietud que le llevó a aprender a leer y a escribir (el primero de su familia en dominar tales privilegios).

Aún así, el campo le ocupó toda su infancia y juventud, hasta que con un dinero ahorrado con el tiempo y otro tanto ganado con su guitarra, sus letras y su magnífica voz, le abrieron las puertas a la edad de 29 años a unos estudios superiores y consiguió 3 años después diplomarse en enfermería.
Para entonces ya era una celebridad en todo Uruguay y Argentina y poco después comenzaría a viajar por el mundo con su esposa y sus canciones.
Actuó en Buenos Aires, Nueva York, Miami, Los Ángeles, París, Londres, Madrid, Oriente Medio, la ópera de Sydney…
Conoció gente, y habló largo y tendido, como decía él “más que una cotorra que ha comido pimienta”.

Casado, tuvo un hijo, enviudó, se volvió a casar con su actual esposa (30 años más joven que él).
Ha dado muchas conferencias y clases en la universidad sobre lengua y literatura, invitado por los más prestigiosos catedráticos, los cuales se inclinan ante él, pese a no gozar este de ningún título oficial, como parece obligado para ser invitado a tales honores.

Amante del mate, la caña (bebida uruguaya más fuerte que el whisky) y fumador empedernido.
Un auténtico bohemio que se alimenta de conocimientos y los escribe, un hombre que no quiso venderse a la fama (y tuvo todos los medios para hacerlo) y que gusta de mantener largas conversaciones sobre la vida, la gente, la filosofía y hacerlo además en compañía de amigos y no de otros titanes del saber con los que podría codearse perfectamente.
Por eso apenas unos pocos saben de él.

Decía, en su humilde opinión, que eran cuatro cosas las que aportan sabiduría a un hombre: viajar, conversar, fijarse en buenos ejemplos (generalmente los ancianos) y leer.
La lectura aporta muchos conocimientos de forma rápida.
La conversación enseña a interpretarlos y muestra a uno mismo reflejado en otros.
Los viejos han estado mucho tiempo aquí y son cautos. Fijarse en ellos es una postura práctica e inteligente para seguir un buen camino.
Y el origen de todo ello está en la acción, en el movimiento, en tomar la decisión de salir fuera y ver con tus propios ojos lo que hay.

Quizás no sea competencia de nadie el empujar a otros a realizar ciertas cosas, pero como decía don Abel “es deber del artista el bajar al nivel del pueblo, tomarlos de la mano y subirlos hacia arriba”
Y bien pudiera interpretarse esto con aquello de que el saber nos hace libres.
También el conocimiento trae consigo infelicidad, dolor y sufrimiento, tres cosas imprescindibles para crecer y vivir.
Saber es mejor que no saber y hacer es mejor que no hacer.

Los temas tratados en el libro forman parte del acervo clásico del campo, transmitido de generación en generación; y lo escrito permanece, aunque sea leído por pocas personas.

Es un testimonio que perdura, que está al alcance de todos, que en cualquier momento puede ser leído, disfrutado, comentado, analizado, compartido y verse reflejado en algunos de estos versos.
Recordemos que todo libro, ya sea prosa, poema, es un aporte que alguien realizó y que merece ser tenido en cuenta, ser leído, porque forma parte de nuestro ser, de nuestro sentir, estemos de acuerdo o no con lo que expresa. Tenemos que honrar esa pasión de alguien que escribió, que pensó en el otro/s y en una herencia recibida, y más aún, si se refiere a nuestro Uruguay.

¡Cuántas voces se han hecho eco de las palabras, de los versos de Abel Soria! ¡Y cuántos lo seguirán haciendo!

¡Así es y así será! Por suerte, en distintos medios: un libro, un programa de radio, un recital, ¡cuántos discípulos!

  Disfrutemos uno de sus poemas escogido del libro:

 Mi sonrisa

No atrapo con los rasgos nada esbeltos
de mi silueta igual que la de un sapo,
ni con mis ojos bizcos y revueltos,
¡pero con mi sonrisa sí que atrapo!

Yo no siento complejos y esas cosas
si viendo mi fealdad alguien se espanta,
porque en tren de conquistas amorosas
sonrío y ¡otro gallo es el que canta!

En algún folletín de cierta fama
-de esos que uno, aburrido, a veces mira-,
vi la inscripción “Sonríe: Dios te ama”;
le hice caso y hoy sé que no es mentira.

Cuando mis párpados la parca cierre
buscará mi sonrisa la que adoro,
porque será difícil que me entierre
con mis dientes postizos, todos de oro.

 Reflexión…

Como futuras docentes, tenemos que tener presente que los niños desde muy pequeños se sienten atraídos por la musicalidad de las palabras contenidas en las canciones de cuna, en los juegos de palabras, en las rimas de poemas breves y divertidos. Curiosamente, la poesía resulta natural a los niños más pequeños; para muchos su acercamiento al lenguaje comienza a través de los versos, rimas y repeticiones que sus padres o cuidadores les repiten con amor una y otra vez. Basta recordar la quizás más famosa y tradicional canción de cuna para ver y comprender cómo la rima está presente casi desde el primer día de existencia de un niño:

Duérmete niño,
duérmete ya,
    que si no vendrá el coco
    y te comerá.

Para los niños la poesía es algo natural que forma parte de su vida sin que se den mucha cuenta. Este es un primer gran paso, ya que a medida que crezcan las palabras y los versos les pueden parecen más complejos y por tanto los niños pueden desarrollar cierto rechazo o freno ante ellas. Cuando pequeños, cuando las palabras cantan más que significan, los niños están libres de prejuicios y su placer por la poesía va más allá de realmente comprender el significado de tal o cual poema. Los adultos debemos aprovechar esta disposición de los niños ante las palabras y estimularla, acompañándolos y presentándoles poemas apropiados para cada edad, de manera que este gusto con el que han nacido no se pierda a medida que crecen.
Aquí la labor de los padres y profesores es fundamental pues son ellos quienes podrán hacer un puente entre el interés del niño y un determinado poema o poeta. 


Honremos la poesía. ¡Escribamos poemas!

 Bibliografía:
  
·         Soria, Abel. Prohibido sonreír sin permiso. No. De edición 1. Montevideo: Editorial Planeta, Junio 2012. 212 páginas.

·         Cassany D. “Tras las líneas” – sobre las lecturas contemporáneas.

·         Kaufman A. Mª, Rodríguez Mª. E. “La escuela y los textos”.

·         Visor- Lengua 3 “Manuales de ayuda escolar”.



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