Daniela:
Todo
comenzó por la mañana del día viernes 12 de abril. En clase de Lengua II, la
profesora Gabriela Fernández propone un trabajo que esa mañana nos detalló:
elegir una novela, un libro de poemas o un ensayo para realizar una actividad
grupal.
Decidí
realizar la tarea con Patricia Guizzo, querida compañera del año anterior.
Desde
allí comencé a pensar qué podría elegir. ¡Tarea difícil! La elección sin duda requiere
un tiempo de concentración.
Tratando
de recordar qué libros tenía, nada se me venía a la mente.
Sentí
en el salón de clase que la gran mayoría iba a escoger novela. Diferentes
novelas muy agradables, pero yo, no tenía ni una.
Hablando
con Patricia, decidimos hacer algo diferente, y fue así que empezamos a buscar
un libro de poemas.
Comencé
a buscar en mi dormitorio, también consulté a familiares pero nadie tenía lo
que buscaba, solo encontraba recortes de poemas, pero no un libro entero.
Al
día siguiente, vi a Paty, le comenté que no había encontrado nada y le propuse
recurrir a la biblioteca pedagógica para
ver si encontrábamos algo de nuestro agrado. Patricia me respondió que si había
encontrado un libro de poemas, me lo presentó y a primera vista me llamó la
atención su presentación.
Leyendo
algunos de sus poemas, comenzó a interesarme y
me incentivó a seguir leyendo. Sin duda era eso lo que buscábamos, algo
diferente, un libro de poemas y todavía escrito en un lenguaje campestre.
Patricia:
Hace
un tiempo mi abuelo escuchó en la radio una propaganda del lanzamiento de un libro de Abel Soria. Ese mismo día en
la tarde me comentó de esto, de su interés por leerlo, pero no recordaba su
nombre.
Al
día siguiente, fui a una librería cerca del instituto a consultar por la última
publicación de este autor. Me informaron que era “Prohibido sonreír sin
permiso” y lo compré para regalárselo a mi abuelo.
Cuando
llegué a mi casa lo primero que hice fue dárselo, a lo cual respondió con mucha
alegría.
Lo
leyó, se identificó con varios de los poemas y con algunas de las vivencias que
ahí describe.
Pasó
un tiempo y nos indicaron este trabajo en el que teníamos que elegir novela,
poema o ensayo. Busqué varios libros de los mismos, y ahí recordé el libro de
Abel Soria, que nunca había leído pero si había escuchado a mi abuelo sobre lo
que trataba. En consecuencia, sentí curiosidad y comencé a leer ciertos poemas;
algunos me resultaron graciosos, otros me hicieron reflexionar y más de una vez
tuve que recurrir al diccionario para entender lo que expresaba el autor.
Cuando
me encontré con Daniela (que ya habíamos acordado en realizar el trabajo
juntas) le dije del libro y estuvo de acuerdo en trabajar con él.
Generalmente,
la poesía no es elegida como tema a tratar. Supuse que la mayoría de mis
compañeros optaría por novela, volviendo más interesante la elección.
Resumen
Desde la prehistoria muchas cosas han cambiado. Leer ya
no es lo que era, todo cambia al ritmo que evolucionan las comunidades. Ha
cambiado tanto la lectura que ya no se sabe lo que es un libro; leer o escribir
no son solo procesos psicológicos, sino también prácticas culturales. Leer
poesía proporciona lecturas entre líneas y activa al subconsciente al utilizar
simbolismos y metáforas. La poesía hace pensar, desafía a la creación y a la
interpretación de lo que el autor quiere transmitir y de lo que el lector
interpreta.
En este trabajo se analizará el libro de poemas del autor
uruguayo Abel Soria, porque representa el sentir del Uruguay profundo, de ese
interior, poco poblado, pero con el que estamos en contacto permanentemente;
porque Montevideo es una especie de crisol de nuestras costumbres. La vigencia
de Soria en el campo de la creación y la interpretación, le ha permitido
mantenerse al día con las temáticas más diversas y de llegar con su humor sano
y sencillo, a los más diversos públicos dentro y fuera de fronteras.
Leer poesía y más aún leer “Prohibido sonreír sin
permiso”, propone a la imaginación nuevos escenarios en los cuales
desenvolverse, los objetos y los acontecimientos toman un nuevo significado.
Significado que se va construyendo en toda la infancia, estando presente el
ámbito escolar. El docente debe tomar los conocimientos previos y a partir de
allí, volcar en el niño pasión por leer poesía. Los temas tratados en este
libro son el acervo clásico del campo, trasmitidos de generación en generación;
porque lo escrito permanece, aunque sea leído por pocas personas. Es un
testimonio que perdura, que está al alcance de todos, que en cualquier momento
puede ser leído, disfrutado, comentado, analizado, compartido y que puede verse
en algunos de estos versos.
Leer ya no es lo que era…
La escritura cambia al ritmo que evolucionan
las comunidades. Quizás haya cambiado poco la lengua española y quizá también
usemos las mismas estrategias mentales que usaron nuestros padres para leer y
escribir, pero está claro que los discursos de hoy, del siglo XXI, sirven para
hacer cosas distintas. Si la televisión ha cambiado, si los coches son muchos
más sofisticados, si la cocina se ha llenado de artefactos electrónicos,
también los discursos han evolucionado, con las nuevas tecnologías, con el
contacto con hablantes de diferentes culturas, con la explosión de la investigación
científica, con la implantación o la profundización de la democracia.
Ha cambiado tanto la lectura que ya ni
sabemos lo que es un libro. Pero este adulto con traje y corbata, ¿es un
analfabeto? ¿Es que ya no leemos y, en consecuencia, hemos olvidado también lo
que son los libros? ¿O es que,
simplemente, leemos de otro modo?
Con pantallas y teclados.
Antes escribir era sentarse entre la papelera
y un montón de hojas, hoy esta escena ya es historia… Hoy “gugueleo” – de
Google, se baja de la web los últimos artículos en PDF el día en que se
publican, pregunto dudas por correo electrónico, entre otros.
Leer o escribir no son solo tareas
lingüísticas o procesos psicológicos, sino también prácticas socioculturales.
Leer exige descodificar la prosa y también darse cuenta del significado que
cada comunidad otorga a una palabra. Puesto que la sociedad y la cultura
evolucionan, también cambian los significados, el valor de cada palabra, de
cada texto. Cambia nuestra manera de leer y escribir. Leer requiere
descodificar las palabras de un texto, exige que el lector aporte conocimientos
previos, obliga a inferir todo lo que no se dice… pero la comprensión proviene
de la comunidad de hablantes; el significado nace de la cultura que comparten
el autor y el lector.
Entre tantas cosas que podemos
leer, encontramos la poesía.
La poesía es un texto que se caracteriza por
la musicalidad y el ritmo de las palabras (ese movimiento regular y medido).
Expresa los sentimientos, los deseos y las emociones del autor. Tiene una
función estática, ya que busca que el lector disfrute de la belleza del
lenguaje. Las poesías suelen estar escritas en verso, los cuales se agrupan en
estrofas.
Las líneas cortas y las agrupaciones en
estrofas dan relevancia a los espacios en blanco y, entonces, el texto emerge
en la página con una silueta especial que nos prepara para introducirnos en los
misteriosos laberintos del lenguaje figurado. Habilita una lectura en voz alta
para captar el ritmo de los versos y promueve una tarea de abordaje que intenta
desentrañar la significación de los recursos estilísticos empleados por el
poeta, ya sea para expresar sus sentimientos, sus emociones, su visión de la
realidad, para crear atmósferas de misterio y de irrealidad, ya sea para
relatar epopeyas (como en los romances tradicionales) o, también, para impartir
enseñanzas morales (como en las fábulas).
La distribución de los acentos de las
palabras que conforman los versos tiene una importancia capital para el ritmo:
la musicalidad depende de esa distribución.
La rima es una característica distintiva pero
no obligatoria de los versos, ya que existen versos sin rima (los versos
blancos o sueltos de uso frecuente en la poesía moderna). La rima consiste en
la coincidencia total o parcial de los últimos fonemas del verso. Existen dos
tipos, la consonante (coincidencia total de vocales y consonantes a partir de
la última vocal acentuada) y la asonante (coincidencia de las vocales
únicamente, a partir de la última vocal acentuada). La longitud más frecuente
de los versos abarca desde las dos hasta las dieciséis sílabas.
A menos que nos obliguen en la
escuela o que estemos cursando una carrera relacionada con la literatura, es
muy probable que no leamos poesía de forma cotidiana, tal vez en la creencia
que la misma es aburrida, demasiado erudita o que carece de sentido.
Sin embargo, hay un montón de
razones para leer poesía.
Con la lectura se mejora, se
amplía considerablemente el vocabulario, ya que se utilizan palabras poco
recurrentes. Además, puede ser divertida provocándonos una sonrisa.
El poema te proporciona lecturas
entre líneas y activa el subconsciente al utilizar simbolismos y metáforas, es
decir, le propone a la imaginación nuevos escenarios en los cuales
desenvolverse.
Los poetas muestran el mundo
común con una nueva perspectiva. Los objetos y los acontecimientos toman un
nuevo significado al ser abordado de forma poética.
La poesía
hace pensar, desafía a la comprensión y
a la interpretación de lo que el autor quiere transmitir y de lo que el lector
interpreta. El autor quiere que sea el lector el que se quede con la última
palabra; y sobre todo, que se identifique o rechace lo que está plasmado, no
porque así lo indique, sino debido a sus propios medios intelectuales.
¿Por qué elegir “Prohibido sonreír sin
permiso”?
Elegimos el libro de
poemas del autor uruguayo Abel Soria, porque representa el sentir del Uruguay
profundo, de ese interior, poco poblado, pero con el que estamos en contacto
permanentemente; porque Montevideo es una especie de crisol de nuestras
costumbres.
La vigencia permanente de Soria en el campo de la
creación y la interpretación, desde los años cincuenta hasta el presente, le ha
permitido mantenerse al día con las temáticas más diversas y llegar con su
humor sano y sencillo, pero a la vez fino e inteligente, a los más diversos
públicos dentro y fuera de fronteras.
Nos llamó la atención este libro especialmente, porque la
poesía, y más aún, la poesía referida al ambiente campestre, se subestima, se
menosprecia, si tenemos en cuenta los “grandes literatos”, los grandes autores.
Don Abel, como lo llaman sus amigos, un filósofo,
poeta y cantante “repentista”. Esta última palabra hace referencia a aquellos
músicos criollos a los que les basta con señalarles un objeto cualquiera y
seguidamente, de forma improvisada componen una letra en verso acompañada con
su guitarra y que además goza completamente de sentido, tanto filosófico como
estructural, respetando su particular arquitectura literaria y siempre con esa
humanidad desenfadada y humor socarrón propio de los gauchos (individuos
solitarios, brutos, lacónicos pero con un magistral dominio del sarcasmo).
Abel Soria, unos de los mejores escritores que
tiene la República Oriental del Uruguay, un hombre que alberga en su memoria
kilómetros de estrofas. Ha leído prácticamente todos los clásicos de la
literatura universal, ha escrito docenas de libros publicados en su país, ha
realizado ensayos y profundos análisis sobre obras tan colosales como la Biblia
o el Quijote.
Inquieto y sediento de saber ha aprendido de forma
autodidacta a dominar las ciencias, las letras, el arte y lo ha sabido
transmitir a su gente con sencillez y elegancia y siempre con alegría y buen
sentido del humor.
Nacido en el seno de una familia pobre hace más de
setenta años, en un pequeño pueblo del interior uruguayo, creció entre arados,
caballos y vacas sin recibir ningún tipo de educación ni formación, salvo los
conocimientos agrícolas y ganaderos que su padre le legó.
Una situación similar a la de cualquier muchacho de
su país.
Pero él tenía una inquietud que le llevó a aprender
a leer y a escribir (el primero de su familia en dominar tales privilegios).
Aún así, el campo le ocupó toda su infancia y
juventud, hasta que con un dinero ahorrado con el tiempo y otro tanto ganado
con su guitarra, sus letras y su magnífica voz, le abrieron las puertas a la
edad de 29 años a unos estudios superiores y consiguió 3 años después
diplomarse en enfermería.
Para entonces ya era una celebridad en todo Uruguay
y Argentina y poco después comenzaría a viajar por el mundo con su esposa y sus
canciones.
Actuó en Buenos Aires, Nueva York, Miami, Los
Ángeles, París, Londres, Madrid, Oriente Medio, la ópera de Sydney…
Conoció gente, y habló largo y tendido, como decía
él “más que una cotorra que ha comido pimienta”.
Casado, tuvo un hijo, enviudó, se volvió a casar
con su actual esposa (30 años más joven que él).
Ha dado muchas conferencias y clases en la universidad
sobre lengua y literatura, invitado por los más prestigiosos catedráticos, los
cuales se inclinan ante él, pese a no gozar este de ningún título oficial, como
parece obligado para ser invitado a tales honores.
Amante del mate, la caña (bebida uruguaya más
fuerte que el whisky) y fumador empedernido.
Un auténtico bohemio que se alimenta de
conocimientos y los escribe, un hombre que no quiso venderse a la fama (y tuvo
todos los medios para hacerlo) y que gusta de mantener largas conversaciones sobre
la vida, la gente, la filosofía y hacerlo además en compañía de amigos y no de
otros titanes del saber con los que podría codearse perfectamente.
Por eso apenas unos pocos saben de él.
Decía, en su humilde opinión, que eran cuatro cosas
las que aportan sabiduría a un hombre: viajar, conversar, fijarse en buenos
ejemplos (generalmente los ancianos) y leer.
La lectura aporta muchos conocimientos de forma
rápida.
La conversación enseña a interpretarlos y muestra a
uno mismo reflejado en otros.
Los viejos han estado mucho tiempo aquí y son
cautos. Fijarse en ellos es una postura práctica e inteligente para seguir un
buen camino.
Y el origen de todo ello está en la acción, en el
movimiento, en tomar la decisión de salir fuera y ver con tus propios ojos lo
que hay.
Quizás no sea competencia de nadie el empujar a
otros a realizar ciertas cosas, pero como decía don Abel “es deber del artista
el bajar al nivel del pueblo, tomarlos de la mano y subirlos hacia arriba”
Y bien pudiera interpretarse esto con aquello de
que el saber nos hace libres.
También el conocimiento trae consigo infelicidad,
dolor y sufrimiento, tres cosas imprescindibles para crecer y vivir.
Saber es mejor que no saber y hacer es mejor que no
hacer.
Los temas tratados en
el libro forman parte del acervo clásico del campo, transmitido de generación
en generación; y lo escrito permanece, aunque sea leído por pocas personas.
Es un testimonio que
perdura, que está al alcance de todos, que en cualquier momento puede ser
leído, disfrutado, comentado, analizado, compartido y verse reflejado en
algunos de estos versos.
Recordemos que todo
libro, ya sea prosa, poema, es un aporte que alguien realizó y que merece ser
tenido en cuenta, ser leído, porque forma parte de nuestro ser, de nuestro
sentir, estemos de acuerdo o no con lo que expresa. Tenemos que honrar esa
pasión de alguien que escribió, que pensó en el otro/s y en una herencia
recibida, y más aún, si se refiere a nuestro Uruguay.
¡Cuántas voces se han
hecho eco de las palabras, de los versos de Abel Soria! ¡Y cuántos lo seguirán
haciendo!
¡Así es y así será!
Por suerte, en distintos medios: un libro, un programa de radio, un recital, ¡cuántos
discípulos!
Disfrutemos uno de sus
poemas escogido del libro:
Mi sonrisa
No atrapo con los rasgos nada esbeltos
de mi silueta igual que la de un sapo,
ni con mis ojos bizcos y revueltos,
¡pero con mi sonrisa sí que atrapo!
Yo no siento complejos y esas cosas
si viendo mi fealdad alguien se espanta,
porque en tren de conquistas amorosas
sonrío y ¡otro gallo es el que canta!
En algún folletín de cierta fama
-de esos que uno, aburrido, a veces mira-,
vi la inscripción “Sonríe: Dios te ama”;
le hice caso y hoy sé que no es mentira.
Cuando mis párpados la parca cierre
buscará mi sonrisa la que adoro,
porque será difícil que me entierre
con mis dientes postizos, todos de oro.
Reflexión…
Como futuras
docentes, tenemos que tener presente que los niños desde muy pequeños se
sienten atraídos por la musicalidad de las palabras contenidas en las canciones
de cuna, en los juegos de palabras, en las rimas de poemas breves y divertidos.
Curiosamente, la poesía resulta natural a los niños más pequeños; para muchos
su acercamiento al lenguaje comienza a través de los versos, rimas y
repeticiones que sus padres o cuidadores les repiten con amor una y otra vez.
Basta recordar la quizás más famosa y tradicional canción de cuna para ver y
comprender cómo la rima está presente casi desde el primer día de existencia de
un niño:
Duérmete niño,
duérmete ya,
que si no vendrá el coco
y te comerá.
que si no vendrá el coco
y te comerá.
Para los niños la
poesía es algo natural que forma parte de su vida sin que se den mucha cuenta.
Este es un primer gran paso, ya que a medida que crezcan las palabras y los
versos les pueden parecen más complejos y por tanto los niños pueden
desarrollar cierto rechazo o freno ante ellas. Cuando pequeños, cuando las
palabras cantan más que significan, los niños están libres de prejuicios y su
placer por la poesía va más allá de realmente comprender el significado de tal
o cual poema. Los adultos debemos aprovechar esta disposición de los niños ante
las palabras y estimularla, acompañándolos y presentándoles poemas apropiados
para cada edad, de manera que este gusto con el que han nacido no se pierda a
medida que crecen.
Aquí la labor de los padres
y profesores es fundamental pues son ellos quienes podrán hacer un puente entre
el interés del niño y un determinado poema o poeta.
Honremos la poesía. ¡Escribamos poemas!
Bibliografía:
·
Soria, Abel. Prohibido sonreír sin permiso. No. De edición 1. Montevideo:
Editorial Planeta, Junio 2012. 212 páginas.
·
Cassany D. “Tras las líneas” – sobre las
lecturas contemporáneas.
·
Kaufman A. Mª, Rodríguez Mª. E. “La escuela y
los textos”.
·
Visor- Lengua 3 “Manuales de
ayuda escolar”.
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